Nada de nada

El día de la fecha, quien les habla dijo: no. Dijo no, no de nuevo decía. No dijo lo que se suponía que diría. Los días anteriores a tal hecho se vio incomunicada e imposibilitada de concretar deseos reprimidos según lo que postularía Pink Freud en sus obras completas. 
Tal vez la exageración daba presente en cada una de sus sensaciones. Tal vez la cebolla no quería hacerla llorar, pero estaba en su naturaleza provocar esas lágrimas que lavaban las mejillas sonrosadas y grasosas. 
No era fácil entrar en detalles, era mejor escuchar y dejarse someter a los tentáculos que abrazaban su cuerpo aún caliente desde la última vez. No, no hablaba de hentai. Hablaba de cosas que te penetraban pero por la mente. Porque tal vez era sapiosexual o todo lo contrario. Su inteligencia rozaba el límite de la imbecilidad humana.
Tomaba un trago para amenizar la noche, la noche o el día, dependiendo de en que parte del giro sobre su propio eje se encontrara la tierra. Tal vez, como me contó un lobo hace mucho tiempo, esa noche era noche de tierra llena desde la luna. 
La realidad cambia dependiendo de los ojos que la miran. Yo miraba con unos, pero el trasplante de córneas me hizo cambiar la forma de ver el mundo. Todo se veía más sucio que antes, ahora veía bien. Pero eso me hizo reflexionar acerca de la realidad selectiva que creaban esos periféricos de entrada de información a mi sistema operativo.  

Párrafos que a fin de cuentas no dicen nada, cosas inconclusas que si se leen juntas hasta pueden formar una pequeña historia sin final.  Porque no hay un final si nada empieza. Feroz año nuevo! AUUUU

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